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Porque Del baúl Sabio..

Este
sitio es un compilado de notas, apuntes, blocks, cuadernos y libros que he
guardado en un baúl, lugar donde se encuentra concentrada toda mi formación
terapéutica en cuestiones de terapias
complementarias.

Mi intención, no es
realizar escritos con orientación pedagógica, sino despertar incógnitas y
realizar conclusiones de todas las experiencias vividas junto a aquellos que han
compartido un encuentro terapéutico.


Si alguien lo lee, se siente identificado, le genera
preguntas, curiosidad, inquietud y busca respuestas...



Misión cumplida...

viernes, 25 de octubre de 2013

Nuestros abuelos

   


                 Esta es una de las cartas que comparto con mi amigo Luis que si bien está publicada en el sector de Charlas filosóficas con Luis, también quise publicarla en este espacio..y por ninguna razón en especial..         

                 Estuve meditando sobre los temas que nos hemos propuesto debatir. Y quise darle prioridad a los abuelos, donde en esta sociedad quedan siempre relegados y al final de la lista. 
                Escribir sobre ellos hoy es hacerles una especie de honor, de mimo..


                Veo a diario la falta de paciencia hacia nuestros abuelos. Y eso me parte el corazón. 
                Nuestros abuelos son tan necesarios!. Son fuente de sabiduría y riqueza de espíritu. Sus historias y anécdotas deberían llenarnos el corazón porque son nuestras raíces. Ellos son la lección de magnanimidad.
  
                Amo y disfruto escuchar a mi madre de su niñez, de sus costumbres de esa época, lo que han hecho mis abuelos y cómo han crecido. Cómo han puesto a trabajar sus manos con labores que ya se han perdido. Y ella guarda en su memoria intacta las técnicas para llevarlas a cabo. Sabe de puntos de costura, tejido, recetas de la abuela, plantas y flores como nadie. 
                Es una ternura, ella y su hermana repartir en el ambiente el olor a cocina casera, a flanes, bizcochuelos, dulces y buñuelos.

                Cierro los ojos y me transporto al momento donde entro a casa en pleno invierno y veo los vidrios de casa empañados por el vapor que desprende la olla y ese olorcito a puchero.. el ruidito del sorbo del mate y ella viniendo a mi encuentro.. Es olor a hogar.. olor a amor..

                Propongo al lector o a quien le llegue estas líneas, volver al encuentro con nuestros abuelos. Su máquina está mas lenta. No importa que caminen más despacio, que sus manos ya no tengan la fuerza de antes para realizar las labores, o que no vean bien para corregir sus imperfecciones.Tal vez nos repitan anécdotas varias veces.Pero eso no tiene importancia. Nosotros de jóvenes hemos escuchado la misma canción tanta veces, hemos repetido frases o situaciones otras tantas..!!!. Ellos son tan necesarios para que se mantengan en pie todo lo que nos han enseñado en nuestra niñez. 

                Creo que es necesario integrarlos al grupo familiar. Dejemos de lado la computadora y toda la tecnología que nos mantiene conectados con el mundo externo para poder conectarnos con nuestro mundo familiar y nuestro mundo interior. Tal vez ya haya llegado el momento de abandonar por un rato las máquinas de juegos modernas para poder disfrutar con ellos juegos de mesa, recetas de cocina, revistas de manualidades, fotos que llevan impregnadas historias increíbles y toda aquella actividad que haga rejuvenecer su alma, que los haga nuevamente partícipes de nuestra vida cotidiana.

                Un rato con ellos, un rato en familia es el mejor antibiótico para las intoxicaciones de esta época..
                                                                                       Le envío un abrazo en cuenco de caramelo...


Tía Ofelia
Mamá Elsa
Estas abuelas han hecho maravillas con sus manos. Esas manos siguen inmunes al dolor que se acumulan con los años y siguen amasando, tejiendo sueños para los hijos, nietos y bisnietos. Se levantan cada día agradeciendo a Dios la oportunidad de tener un día más para seguir acariciando y mimando a su familia que tanto han sabido cultivar..

viernes, 18 de octubre de 2013

El imperio del consumo.


   Este artículo de Eduardo Galeano me pareció tan interesante y tan actual que tomé algunos párrafos transcribiéndolos a este sitio para compartirlo con ustedes.                    
Tal vez nos ayude a reflexionar sobre algunas conductas autónomas que sin querer pudimos adquirir solo por creer que en ellas encontramos la felicidad. Si por solo un instante, paramos la maquinaria y tomamos consciencia que sentirnos plenos dependen de otros factores...entonces hemos emprendido el camino correcto...

El imperio del consumo.
                  La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y armas, mas alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco “quien bebe a cuenta, se emborracha el doble”.
La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura del consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar. La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor. La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan deudas nuevas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.
El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En las fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica. EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el 5% de la población mundial.
“Gente feliz, la que vive comparándose”, lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. “Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada”, dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la Ciudad dominicana de San Francisco de Marcorís: “Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas”.
Invisible violencia del mercado, la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformalización obligatoria es más desvastadora que cualquier dictadura del partido único, impone, en el mundo entero, un modo de vida que reduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar. El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación.
El consumidor ejemplar, solo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas devorando comida de plástico.
Triunfa la basura disfrazada de comida. Esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, el algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no solo en la mesa de los ricos. Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food.
Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de la publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo del ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio. Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.
Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca te falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando cómo hacerlo. Y las cosas no solamente pueden abrazar, ellas pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor. Las cosas te eligen y te salvan de un anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías. ¿En quién quiere convertirse comprando esa loción de afeitar?
El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad, pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.
El shopping center, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras que la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío que sube y baja las escaleras mecánicas, viaja por el mundo, los maniquíes visten como Milán o Paris y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje.
Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.
La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia a ritmo vertiginoso de la moda, puesto al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera. El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí y mañana quien sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia.
Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado.
La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga los ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.
                                                                                            Eduardo Galeano. 
                                                                                                 Montevideo. Uruguay


martes, 23 de abril de 2013

Día de la Tierra


                                               22 de abril  día internacional de la Tierra.

                                                                      (vídeo publicado en la página www.nasa.gov.)

Este es un pequeño homenaje para esta Tierra bendita de 4.600 millones de años... que nos abriga y protege permitiendo la evolución de la Vida en todas sus bellas formas. Está en nuestras manos cuidar de ella..


Día del libro


Los libros son una fuente de vida..nos da la posibilidad de " vivir mil vidas" en nuestra vida.

Nos alimenta el alma, nos engrandece el corazón, nos otorga cultura e información. Nos da las herramientas para pensar y así aprender a discernir.

Nos entretiene. Despierta nuestra imaginación. Nos transporta a otros mundos, a otros lugares. Nos deja aflorar todo el abanico de sentimientos y de emociones.

 Nos regala un espacio para estar con nosotros mismos, desconectarnos del afuera con solo ubicarnos en un sillón acompañados de una suave manta y una infusión a gusto..



Que siempre encontremos un espacio para deleitarnos con un libro...


 Feliz día del Libro..

lunes, 8 de abril de 2013

Después de la lluvia..

Retomo escribir en este blog luego de las vacaciones y luego de la gran tormenta que azotó Bs As. Sin luz durante varios días, fui solo una de las bendecidas en esta Ciudad que solo se privó de mirar televisión, usar internet y todas las comodidades que nos ofrece vivir en la  gran Ciudad.
 Durante estos días, y entre charlas con mi familia, una mezcla de emociones afloraban desde mi interior. Bronca...si. Angustia...también.


Ver que en  mi alrededor había gente sufriendo por la pérdidas era verdaderamente angustiante. Pero más angustiante era ver que las autoridades no daban la cara, ni ofrecían verdadera ayuda, ni hacerse cargo de sus responsabilidades. Solo aparecían para dar charlatanería política barata donde cada uno tiraba la pelota al otro. Pero en definitiva, nadie daba soluciones pragmáticas.



Pero frente a este panorama tan desolador, donde había familias con sus casas totalmente bajo el agua, con desaparecidos y un mar de cosas que flotaban chocándose entre sí, el corazón de los Argentinos dijo una vez más "Sí" y salió a los centros religiosos, colegios, Cruz Roja y otros medios benéficos a dar lo que tenia, a juntar lo que se necesitaba. Camiones de colchones, ropa, agua mineral, elementos de limpieza entre otras cosas se dirigieron a los centros más desabastecidos en el Gran Buenos Aires y La Plata.

Una vez más, como marca la historia, los que levantan el país, los que lo mantienen funcionando es el pueblo que día a día despierta y trabaja. Una vez más es el "pueblo argentino" que engrandece el corazón del "hombre argentino".




En un país futbolero como este, si tuviera que poner un titular en la crónica diaria, escribiría bien grande...



                         PUEBLO ARGENTINO 1  vs  AUTORIDADES DEL GOBIERNO 0

Me enorgullece ver un País con gente que todavía tiene intacta en su alma la solidaridad, el afecto, el apoyo, la unión de la familia,  los principios, la ética, los valores y el amor incondicional, aunque muchas veces los que nos representan muestren lo contrario ante nosotros y ante el mundo.


Que Dios bendiga a todas las manos que se unieron en este propósito de hacer de Nuestra Argentina una tierra de hombres y mujeres que siempre defenderán con honor los principios y virtudes para ser de esta Nación una Nación a los grande..

jueves, 13 de diciembre de 2012

En el portal de Fin de Año



Llega Diciembre y parece que desde algún lugar recóndito del Universo algún duende hace acelerar la máquina del tiempo, pasan los días vertiginosamente y ni que hablar de que vivimos mucho mas acelerados, abrumados, preocupados que en el resto del año.
Cada día es una aventura para realizar cierres de ciclos escolares, laborales, cenas y encuentros de fin de año, encuentro con amigos y reuniones familiares.

Las emociones, las vivencias de año, las ausencias, las pérdidas, los escollos se hacen presentes a flor de piel. Intentamos hacer un balance si fue un buen o mal año de acuerdo a si tuvimos muchas o pocas piedras en el camino.  No cabe la menor duda que el estrés se hace aún más presente.

Llega Diciembre y veo a diario que aumenta la concurrencia de pacientes en la guardia por disturbios y desórdenes emocionales, angustias, depresión, se acentúan las enfermedades cardíacas, los abuelos suelen deshidratarse fácilmente y esperan largos días en busca de un abrazo o un gesto de cariño de sus seres queridos que están distraídos  en ocupaciones y otras urgencias.

 Vivimos en tiempos revueltos, donde hay mucha gente yendo a ninguna parte a una velocidad descomunal.

Sin darnos cuenta nos distrajimos en el afuera, en ver vidrieras de colores y en buscar la felicidad en cosas que tienen “precio” olvidando aquellas de verdadero “valor”.

Pareciera que por lo antes dicho estamos en el portal de abismo. Sin embargo..

Creo firmemente que este caos nos invita a reflexionar, a ver nuestros errores y tomar la decisión de corregirlos.


Es tiempo de parar, de revisar nuestra lista de prioridades, en ver dónde ponemos énfasis en el manejo de nuestros asuntos, qué lugar ocupan nuestros afectos, cuánto tiempo le dedicamos a nuestros seres queridos, cuánto tiempo hemos dedicado a charlas con nuestros hijos, padres y personas que enriquecen y nos llenan el alma.

Personalmente creo, que el mejor balance que puedo hacer para evaluar si fue un año bueno, es mirar mi interior, revisar si traté de ser mejor persona, si pude manejar mis impulsos, mis enojos, mi paciencia, si fui tolerante frente a las necesidades de mi familia, si perdoné, si abrí más mi corazón, si pude expresar mi amor hacia ellos, si dije mas “te quiero” y di más “abrazos de oso”.


Pido al Universo y todos los seres angelados que protegen este mundo que el próximo año nos regalen las herramientas para poder tener la mente más aquietada y el corazón más abierto para poder ver lo que debemos cambiar y tener la fuerza y la voluntad para cambiarlo..


Que nuestro arbolito de Navidad esté lleno de corazones con amor...
                                                                         Porque nuestra misión en la vida es ser felices…

viernes, 23 de noviembre de 2012

Supermama..


Marina es una mujer casada que vive con su marido y sus tres hijos. Dos son mujeres adolescentes y el más chiquitín es un bebé que hace poco camina.  

El esposo de Marina trabaja todo el día en una empresa. Y ella tiene un negocio ubicado al lado de su casa que atiende todos los días, de domingo a domingo todo el día.

Cuando nos encontramos la primera vez, Marina vino con su hijo más pequeño, motivo por el cuál fue muy difícil encontrar el espacio para relajarse y charlar un poco. Durante la hora que duró la consulta, Marina se levantó varias veces para acudir a las necesidades del niño, tener breves palabras con él y  atender un par de veces el celular.

No es difícil imaginar qué era lo que buscaba Marina y en las condiciones en que se encontraba.

Su cansancio era extremo. Era la primera que se levantaba en el día y la última en acostarse. Nunca dormía la noche en forma seguida porque el bebé se despertaba en varias ocasiones.

Antes de ir al negocio que abría temprano a la mañana, Marina hacía los quehaceres de su casa, preparaba el desayuno de toda la familia, hasta incluso, dejaba la mesa puesta para que sus hijas almorzaran al mediodía y su comida lista para ser calentada en el microondas.

Durante el mediodía cerraba su negocio una hora para darle de comer a su bebé y  tomar su auto para realizar las compras del día o la semana. Demás está decir que Marina corría todo el día. Sufría de dolores de espalda, jaquecas, dolor de piernas, agotamiento extremo y angustia por llevar una vida tan agitada.

Amaba a su familia, pero el límite de su agotamiento había empezado a quebrar su relación  con su esposo. Nunca encontraba el tiempo ni las ganas para compartir un momento a solas, mirar una película, tomar café juntos. Era obvio.

Esta es la historia de muchas mujeres. Y parece mentira que nos cueste tanto aprender a delegar trabajo que otros pueden con poco esfuerzo realizar. Las hijas de Marina son adolescentes, podían colaborar con tareas sencillas como el cuidado de su cuarto, preparar  las cosas para el almuerzo o la cena en la mesa,  realizar compras rápidas, etc.

Las frases de Marina eran: -“Si yo no lo hago, nadie lo hace “. - “Cuando me voy y vuelvo todo es un hecatombe”. – “Necesito más tiempo para mí”. –“Hago las cosas más ligero que los demás, no puedo estar esperando”.

Aprender a “dejar de hacer” es muy difícil sobre todo en una familia numerosa y con tantas obligaciones. Pero de alguna manera es necesario, porque hay que dejar de lado lo que nos hace daño y que termina destruyendo a la familia. Por el afán de ser una “Supermamá”, que todo lo puede, que todo lo hace, sin querer se olvida de ser mujer con necesidades básicas que meritan ser cumplidas. Tan sencillo como ponernos lindas, ir a la peluquería, mirar vidrieras con alguna amiga, tomar un té con ellas, leer un libro y pasar más tiempo de esparcimiento con nuestros hijos y pareja y toda la gente que amamos.

Es necesario, entonces, reunir a todo el grupo familiar, convocar una charla amena,  para que cada integrante de la familia cumpla un rol, colabore con las necesidades de la familia en conjunto, así podremos encontrar espacios libres para compartir todos juntos.

Esta tarea, reúne, fortalece los valores de familia, de unidad, de amor, de responsabilidad, de crecimiento y colaboración.

Todas las “Marinas” que existen y que habitan en nosotros optimizarán sus tiempos, serán más felices sin rastros de sentimiento culposo por “abandonar” labores, se disolverán las quejas, todo funcionará. Ellos, nuestros amores lo agradecerán y nosotras estaremos completas…