A veces
determinadas crisis nos hace entrar en un pozo inundado con un montón de
emociones y no sabemos cómo salir.
Y es así
como muchos de nosotros, en aquel manotazo de ahogado, estamos apenas aferrados a una chispa de luz
para seguir viviendo. Apenados, desahuciados, entregados, tristes y sin ver
ningún horizonte pero respirando.
De pronto,
alguien, un amigo, una propaganda, una revista o un cartel hace que prestemos
atención a algo que quizá nos haga sentir diferentes. Así aparece la Terapia
Floral para muchos, como último recurso, agotados de tanto volver a empezar. Y
bueno, probemos, a ver qué pasa…
Y así fue
la historia de Tomás (el nombre es ficticio) que vino a la consulta porque
quería sentirse mejor ya que como era paciente oncológico, el tratamiento que
llevaba a cabo lo agotaba demasiado. Las idas y venidas al hospital todos los
días limitaron su espacio de recreación, su encuentro con amigos y su actividad
laboral. Quedando extenuado en cada sesión de radioterapia y/o quimiterapia
apenas tenía fuerzas para terminar el día levantado. De todas maneras Tomas
tenía mucha fuerza de voluntad. Anémico y con dolores corporales cada mañana se
subía al auto y se dirigía a cada actividad que debía cumplir.
Su historia
transcurrió como un hombre fuerte, trabajador incansable para dar a su esposa e
hijos lo mejor.
Siempre me
contaba que lamentaba que el exceso de trabajo hizo que la mayoría de las veces
que regresaba a su hogar encontrara a sus hijos dormidos. Y que de golpe se le
habían pasado los años y no pudo ver de cerca su crecimiento.
La
adolescencia de su hijo varón y los pocos encuentros con su padre por estas
cuestiones laborales abrieron una brecha muy grande entre ellos. Su hijo
creció, se casó, formó un hogar y una familia. La distancia seguía.
Trabajamos
con la aceptación de la enfermedad, el enojo,
el miedo a la muerte, el miedo al dolor y al sufrimiento. El conectarse
con él mismo, sentarse, abrir el corazón, poner el alma sobre la mesa,
permitirse llorar, sentirse vulnerable, ver sus errores, reconocer sus proezas,
desnudar lo mas interno de sí hizo que apareciera el amor, el perdón, la
misericordia.
Y un día
llamó a su hijo, se sentaron a tomar un café, le habló de su afán por el
trabajo en pos del bienestar de ellos. Pidió perdón por el tiempo que no le
dedicó. Y le dijo en voz bien alta cuánto lo amaba!!
Fue tan
sanador!. Se liberó de una mochila tan pesada que Tomás en poco tiempo pudo
partir en paz rodeado de los seres que han dado sentido a su vida.
Esta
historia puede ser la de muchos. Démosle tiempo para reflexionar, parar la
vorágine de las responsabilidades. Busquemos a diario un momento para el
encuentro y mirémonos a los ojos!!...esos ojos guardan los mejores mensajes que
cualquier red social, libro o página en internet.
Digamos Te Amo con los ojos..!!
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