El arte de
curar ha sido tema de estudio en todas las sociedades, con diferentes
filosofías y durante toda la historia
humana.
La medicina
homeopática, la medicina Ayurvédica, la medicina china y variantes de la
filosofía oriental contemplan al hombre como un todo en cuerpo, mente,
emociones y alma, debiendo estar todas
ellas en equilibrio para que la enfermedad no aparezca. Si esta armonía
desaparece en una de sus áreas, terminará por manifestarse síntomas físicos.
Somos energía y cada área tiene una frecuencia vibratoria diferente.
Los
orientales sostienen que “el espíritu no es más que materia en su mayor grado
de vibración y la materia no es más que espíritu en su menor grado de
vibración”.
El cuerpo
físico ha sido ampliamente estudiado en la medicina tradicional y la bioquímica
encontrando soluciones galénicas para cada caso. ¿Pero qué sucede cuando nos
duele el alma, cuando sentimos que el corazón se resquebraja? ¿Qué pasa cuando
nuestras emociones se desmoronan, qué le pasan a nuestros deseos, ambiciones,
sentimientos y afectos?
Seguramente
cuando padecemos algún malestar emocional empezamos a sufrir de insomnio, dolor
de cabeza, trastornos gástricos, trastornos en la piel, falta de memoria, falta
de concentración, irritabilidad solo por nombrar algunos síntomas.
También,
todo lo contario. O acaso no le sucedió que estando cerca de la persona que
ama, su corazón comenzó a palpitar más fuerte, sus manos estaban sudorosas, la
sonrisa espléndida tatuada en su cara, y su frecuencia respiratoria más agitada…?
Entonces
podemos afirmar que el cuerpo físico manifiesta lo que sucede en las áreas
mental y emocional a través del sistema nervioso.
Desde el
enfoque holístico, es decir, tomando al hombre como un todo, la enfermedad nos
enseña algo, somos responsables de la cura y esa enfermedad es una señal de
alarma.
Para E.
Bach, el creador del sistema floral que lleva su nombre, la personalidad era
más importante que el cuerpo para recuperarse de la enfermedad. Daba ejemplos
sosteniendo que pacientes con la misma enfermedad reaccionaban de forma
diferente de acuerdo a su personalidad. Están los más optimistas que ayudan a
recuperarse más rápido, hay otros que necesitan estar solos para descansar, otros todo lo contario se vuelven muy demandantes, otros los aprisiona el miedo
a que empeore su cuadro, etc., etc.
El
siguiente párrafo lo escribió el Dr Drauzio Varela y lo tituló “El arte de no enfermarse”
y resume todo lo aquí expuesto.
Si no
quiere enfermar…hable de sus sentimientos.
Emociones y
sentimientos que son escondidos, reprimidos, terminan en enfermedades como
gastritis, dolores lumbares, dolor de columna. Con el tiempo, la represión de
los sentimientos degenera en cáncer. Entonces, vamos a sincerar, confidenciar,
compartir nuestra intimidad, nuestros secretos, nuestros errores..! . El
diálogo, el hablar, la palabra, es un poderoso remedio y una excelente terapia.
Si no
quiere enfermar…tome decisiones.
La persona
indecisa permanece en duda, en la ansiedad, en la angustia. La indecisión
acumula problemas, preocupaciones, agresiones. La historia humana es hecha de
decisiones. Para decidir es preciso saber renunciar, saber perder ventajas y
valores para ganar otros. Las personas indecisas son víctimas de dolencias
nerviosas, gástricas y problemas de piel.
Si no
quiere enfermar…busque soluciones.
Personas
negativas no consiguen soluciones y aumentan los problemas. Prefieren la
lamentación, la murmuración, el pesimismo. Mejor es encender un fósforo que
lamentar la oscuridad. Una abeja es pequeña, pero produce lo más dulce que
existe. Somos lo que pensamos. El pensamiento negativo genera energía negativa
que se transforma en enfermedad.
Si no
quiere enfermar…no viva de apariencias.
Quien
esconde la realidad finge, hace poses, quiere siempre dar la impresión de estar
bien, quiere mostrarse perfecto, bonachón, etc., está acumulando toneladas de
peso…una estatua de bronce con pies de barro. Nada peor para la salud que vivir
de apariencias y fachadas. Son personas con mucho barniz y poca raíz. Su
destino es la farmacia, el hospital, el dolor.
Si no
quiere enfermar…acéptese.
El rechazo
de sí mismo, la ausencia de autoestima, hace que nos volvamos ajenos de
nosotros mismos. Ser uno mismo es el núcleo de nuestra vida saludable. Quienes
no se aceptan a sí mismos, son envidiosos, celosos, imitadores, competitivos,
destructivos. Aceptarse, aceptar ser aceptado, aceptar las críticas, es
sabiduría, buen sentido y terapia.
Si no
quiere enfermar…confíe.
Quien no
confía, no se comunica, no se abre, no se relaciona, no crea relaciones
estables y profundas, no sabe hacer amistades verdaderas. Sin confianza, no hay
relacionamiento. La desconfianza es falta de fe en sí mismo, en los otros y en
Dios.
Si no
quiere enfermar…no viva siempre triste.
El buen humor,
la risa, el reposo, la alegría, recuperar la salud y traen larga vida. La
persona alegre tiene el don de alegrar el ambiente donde vive. “El buen humor
nos salva de las manos del doctor”. La alegría es salud y terapia”.
Para una
vida más feliz… porque usted lo merece!!
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