Juan era rezongón. Cuando nos vimos en uno de los tantos encuentros le propuse que me relatara cómo iba a ser su vida a partir de su jubilación que sucedería en pocos años. Cuáles eran sus proyectos, deseos, ambiciones.
Su tardía
respuesta fue: - “Vivir la vida”.
Parecía que
nada de esto iba a tener lugar porque siempre había problemas que resolver.
Cuestiones de mecánica del auto, alguna cerradura que había quedado trabada en
su casa, siestas que por cuestiones laborales no podía hacer, ir al banco permaneciendo
largo tiempo en una cola hasta ser atendido…y bueno, cosas que le suceden
seguramente a diario a casi todos los lectores de este relato.
El mundo de
Juan era un problema sin verdaderos problemas…quizá éste era el problema.
Juan era
casado, sin hijos, sin personas mayores a quien cuidar. Tenía una modesta casa,
auto, negocio y un lugar de veraneo. Ambos, su esposa y él gozaban de buena
salud. Solían encontrarse con amigos. Iban de vez en cuando al cine o al
teatro. Así transcurrían los días de Juan…
Juan tenía
un mundo con tierras fértiles que no sabía sembrar y cosechar. Una tierra libre
de malezas que no entorpecieran su camino. Tenía todo. Y aún así no era feliz.
Lo que le
faltaba a Juan eran motivaciones. La rutina y la estabilidad permanente lo habían
transformado en inconformista y gran parte del día su mente estaba llena de
cavilaciones. No se daba cuenta de todas las bendiciones que formaban parte de
su vida: tranquilidad, familia, amigos, bienestar económico.
¿Cómo sería
“vivir la vida” para Juan? ¿Y para cada uno de nosotros?
Creemos que
cuando dejemos de tener determinadas responsabilidades, o que cuando compremos una casa más grande, o cuando los
chicos crezcan, o cuando cambiemos de trabajo, y la lista podría ser muy
extensa, lograremos la felicidad sin darnos cuenta que esa felicidad no se
alcanza “algún día” sino que se construye en cada momento.
Darnos
cuenta de todo lo que tenemos, buscar un lugar para conectarnos con nosotros
mismos, aprender cosas nuevas, desplegar nuestra creatividad en el plano que
sea, ser conscientes de cada día que vivimos y no transformarnos en autómatas,
hará de nuestra vida un lugar lleno de frutos alejado de elegantes quimeras.
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