Antes de que leas este artículo te invito a realizar
un par de respiraciones profundas, que te aflojes, que sonrías y agradezcamos a
Dios por todo las “cosas lindas” que tenemos a diario.
Hace poco leí un cartelito que decía “las cosas más
importantes en la vida no son cosas”…
Dicen que las personas agradecidas, les cuesta mucho
menos perdonar, porque tienen tanto para agradecer, se sienten tan plenos, que
no tienen tiempo para amargarse, no quieren envenenarse sintiendo rencores ni
resentimientos. Perdonar nos libera de un peso, de una energía tan grande que
nos hace sentir mejor. Lo bueno de perdonar, es que uno se libera de un gran
peso…qué suerte!...ya pasó!!... y le damos cabida al amor. El amor cura la
angustia, el dolor, borra la ansiedad y el remordimiento.
Cuando hablamos de perdón es perdonarse a uno mismo,
porque dentro de nuestra historia y de nuestras posibilidades hicimos lo mejor
que pudimos con ese vinculo aunque nos
hayamos equivocado y también significa perdonar al otro por la misma razón.
Y este perdón que nos reconcilia con nosotros mismos, no implica siempre
reconciliarse con el otro. Podemos internamente sentir que perdonamos al otro
pero no necesariamente es obligatorio comunicárselo para sentir paz perdonándolo.
Por esto mismo no es necesario, si no es nuestro
deseo, retomar el encuentro después de perdonar.
Perdonar, jamás significa justificar el comportamiento
inaceptable del otro. Perdonar no significa volver y dejar que me sigas agrediendo.
Puedo elegir irme de al lado de esta persona si sigue con esa conducta. Lo
bendigo, le deseo lo mejor y “hacete cargo vos de tus propias conductas”. Perdonar no tiene nada que ver con lo místico
y lo religioso, lo doloroso y lo humillante de permitir tu conducta ofensiva
una y mil veces.
Perdonar no significa cambiar de comportamiento con el
otro, llamarlo, volver a confiar en él, hacerle confidencias, vincularse
nuevamente con él. Esto corresponde a la reconciliación. Pero esta reconciliación
no se da cuando yo quiero, sucede cuando la energía de las dos personas se
encuentra, analizan la situación, se dan cuenta de los errores y por amor
intentan no volver a cometerlos. Pero sí puede suceder que haya perdón sin
reconciliación.
Cuando perdonamos, que nos sentimos en paz, podemos ir
libremente en la vida en pos de nuestras metas, progresos personales y
espirituales. Porque perdonar, nos libera de permanecer estancados
emocionalmente.
Perdonar me permite reparar lo que está roto en mi
corazón, libero mi corazón atrapado del dolor, lastimado por la vergüenza o por
la culpa y lo devuelve a su estado inmaculado. Perdonar nos permite amar en
estado puro nuevamente.
El perdón genera liberación, bienestar espiritual, paz
emocional.
Perdonar es un acto de valentía, porque enfrentamos
ese dolor y decimos “ya basta”... Y luego el alivio es tan enorme, es tan
maravilloso que el sol vuelve a verse de nuevo en nuestro horizonte.
Tomemos la decisión de perdonar, de renunciar a la
venganza, sin juzgar a nadie. Liberemos nuestro corazón del dolor, aprendamos a
poner límites para seguir adelante con nuestros proyectos, nuestro crecimiento
personal, nuestro enriquecimiento espiritual en pos de una vida totalmente
plena de dicha.