Aspen es una flor muy miedosa. Delicada y vulnerable siempre está alerta a cualquier ruido, sombra o cosa extraña que aparezca en la atmósfera.
Sus amigas siempre le preguntan por qué tiene tanto miedo y ella no sabe responder, no sabe definir su temor. Pero Aspen siente que cuando va caminando por la calle “alguien” pueda seguirla; o cuando llegue a la casa y prenda la luz “alguien” puede acecharla dentro. O tal vez en una fría y lluviosa noche oscura algún personaje fantasmagórico interceda su camino y la secuestre dejándola sin aliento hasta que quede desvanecida sola y desamparada en un callejón sin salida.
Aspen en la mayoría de las ocasiones quisiera transformase en la florcita que “no ve, no escucha y no habla” para evitar que le suden las manos, se le pongan los “pelos de punta” y escuchar voces extrañas. Es muy susceptible a influencias externas, a lo que dicen y a lo que ocurre a su entorno.
Durante toda la noche, el rocío cubrió su cuerpo y la llenó de luz. Sintió como una paz envolvente la protegía y pudo luego de mucho tiempo sentir que la paz y el coraje eran parte de ella. Al despertarse, miró la copa del árbol, le agradeció por la protección y con una sonrisa totalmente renovada, se puso de pie y volvió a su hogar. El Álamo la miró y le dijo: “Hay un viejo proverbio chino que dice: - “El miedo golpeó la puerta, la fe abrió y no había nadie…”
Renacía una Aspen nueva a la Vida.
Esta es la energía de Aspen…
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