Cuando
conocí a León, acababa de separarse. Tenía la mirada perdida, temblorosas las
manos, la voz taciturna. Sin encontrar una posición confortable para charlar,
atinó solamente a que las lágrimas no lo invadieran.
Se sentía
desolado, agotado, con la sensación de haberlo perdido todo.
León es
profesor de adolescentes en escuelas de barrios marginados. En innumerables
ocasiones no solo fue su maestro sino que fue guía y consejero espiritual,
compinche y amigo.
Sus
honorarios solo le alcanzaban para llegar a fin de mes. Y este fue el tema
principal de separación con su esposa. Ella quería que buscara otros rumbos, un
trabajo mejor, sin tanto esfuerzo ni estrés y obviamente con mayor
remuneración. La escala de valores entre ellos empezó a ser diferentes con los
años. Para ella brindar cada fin de año en pos de buenos augurios
significaba no solamente gozar de buena
salud sino que además implicaba la organización de las nuevas vacaciones a
destinos diferentes, o a cambiar el auto y porqué no poder tener una casa más
grande.
En cambio
para él, que era un hombre taciturno, poco lo motivaba las salidas en el
bullicio. Huía de las reuniones y pocas veces lo convencían para salir en
familia.
Sumergido en
el marginal mundo de su profesión, volvía a casa mimetizado con los problemas
de sus alumnos. León cada año se encerraba más, fue perdiendo las ganas, sus
amigos, sus afectos. Empezó a descuidar su aspecto personal, ya no tenía metas,
motivaciones y ni siquiera se cuestionaba si era feliz. Todo daba igual. Se sentía
inseguro en un mundo tan material, tan presionado por seguir normas y mandatos.
La contracara de su mundo con el de su gente hizo que perdiera la brújula. No
tenía respuestas ni veía señales. León había perdido las fuerzas para cuidar a
su manada. Había que volver a despertar a ese león interno.
No fue nada
fácil, parecía que nunca iba a encontrar la salida, pero León aún así tuvo
constancia, algo siempre lo hacía volver.
Trabajamos
con esencias florales, visualizaciones y meditaciones y de a poco fue saliendo
de ese estado lacónico.
Con el
tiempo volvió a tener esperanzas, a querer encontrarse con una profesión nueva,
con proyectos nuevos. Pero fue un largo camino…lo esencial era que volviera a
encontrar su eje, su esencia y su razón de vivir.
Pasado el
tiempo, una tarde me llamó y me contó que había terminado con sus estudios
pendientes de kinesiología, se formó en técnicas de masaje oriental, puso
consultorio. Y su próximo proyecto era fundar una escuela y amalgamar su
vocación pedagógica con esta carrera en curso.
Finalizada
la charla, tomé su historia y al azar leí..”León, vamos a compartir este
cuento.. “
Había una
vez un gusano de 3° clase que había sido enseñado por los demás gusanos cómo
era ser un gusano de 3° clase, qué derechos tenía, que obligaciones tenía y
además le habían enseñado a este gusano de 3°clase a cómo acceder a el
codiciado status de gusano de 2°clase. Le habían enseñado cómo debía ser, cómo
seguir fielmente las normas de mantenimiento del sistema, cómo debía obedecer a
gusanos de clases dominantes, cómo debía “chuparle las medias” y todos los trucos para tener muy contentos a
los gusanos de las clases dominantes y poder así ganar honradamente el título
de gusano de 2°clase.
Él lo
intentaba una y otra vez. Cumplió fielmente las normas del mantenimiento del
sistema como había sido educado. Pero aquello no le salía, no era lo suyo, no
sabía gusanear. Los demás gusanos que no eran tontos y eran bastante
perspicaces, se dieron cuenta de que aquello no le salía y lo rodearon y lo
increparon y le llamaron anarquista, lo llamaron loco, pecador y lo repudiaron.
Dice el
cuento que aquello acrecentó su angustia, acrecentó el miedo sobre su futuro
como gusano sin futuro, así que preso de una honda desesperación se hizo un
nudo en la punta de la cola y se ahorcó. Y la verdad es que fue una lástima,
pues si hubiera investigado con atención, se hubiera dado cuenta que su
verdadera naturaleza no era gusano de 3° clase sino una boa constrictora, la
más poderosa de las serpientes poderosas…
Hoy hemos
contado un cuento…hay que empezar a hacerse muchas preguntas para descubrir con
mucha paciencia y encontrar esa “boa constrictora”…porque hay mucho por
conquistar y no solamente mucho por conquistar sino que también merece la pena
conquistarlo…
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